Habitualmente intentamos acercarnos a gente que no conocemos con estudiadas y caras reuniones organizadas por los expertos en la materia, pero en muchas ocasiones todo queda en buenas intenciones sin conseguir la aproximación y el entendimiento deseados. Olvidamos a veces que tras ejecutivos y autoridades, hay personas que gustan de las cosas sencillas.
Hace un par de meses tropecé con una antigua fotografía, y me he decidido hoy a contar esta pequeña y a mi entender simpática historia.
En la imagen superior mi querido "Alcaraván-III" en el que navegué durante más de diez años.
El "Alcaraván-III" atracó en Algeciras donde su tripulación asistió a la recepción que se ofreció a los visitantes del norte de Europa. Para al día siguiente con autoridades extranjeras y españolas a bordo, navegar por el Estrecho y visitar Ceuta.
A la vuelta y de nuevo en Algeciras un grupo de autoridades extranjeras solicitó permiso para desplazarse a Málaga, donde tomarían un avión, a bordo del patrullero del SVA en lugar de hacerlo por tierra.
Los noruegos insistieron en llevarse de recuerdo una foto de la tripulación de la que luego nos mandaron esta copia, junto a un escrito de agradecimiento que figura más abajo. Soy reacio a aparecer en las fotos, pero ya han pasado los años y no nos conoce ni la madre que nos parió. Estamos todos los miembros de la dotación y en ese momento la guardia en el puente y el timón lo llevaban los extranjeros a los que dimos sobre la marcha un curso acelerado, les hizo mucha ilusión y se tomaron muy en serio este papel. Bueno solo fue el momento de sacar la fotografía, y no había barcos a la vista.
Hacía un día maravilloso, de esos que dicen en mi tierra: "mejor no vale", y los extranjeros (curiosamente todas mujeres menos un hombre) poco acostumbrados a este clima, parecían disfrutarlo al máximo.
Quizás favorecido por ello al poco observaba desde el puente a autoridades y tripulantes dialogando distendidamente mezclados por todo el barco. Los extranjeros hacían muchas preguntas y los miembros de la tripulación respondían como podían, porque el inglés no era el fuerte de esta dotación, y obviamente tampoco el noruego, sueco o finés. De todas formas la gente se entendía, básicamente porque unos y otros querían entenderse.
Y así habría transcurrido la travesía sin mucho más que contar, pero por las cosas que suceden habitualmente en el mar no sería así. A unas millas al sur de Estepona un pesquero nos hace señales, y tras acercarnos comprobamos que se trata de un barco que tenía calado un arte de enmalle a la deriva aquí conocido como "melvera" o "bonitera". Un yate deportivo había enredado sus hélices en la red, con la mala fortuna que el pesquero al ir a liberarlo quedó igualmente preso de la misma, de tal forma que las dos embarcaciones habían quedado imposibilitadas para navegar.
Así que por un lado teníamos que cumplir con la sagrada ley del mar, no escrita, pero igualmente sagrada, de ayudar a aquellos dos barcos, y por otro lado debíamos llegar a Málaga sin mucha demora puesto que las autoridades extranjeras tendrían solo tiempo para almorzar y dirigirse sin más al aeropuerto. El tiempo apremiaba.
He de dejar claro que la jefa de estos señores, una alta personalidad del ministerio de justicia noruego, tras comprender el problema y explicarle que esta maniobra nos iba a llevar algún tiempo, no tuvo la menor duda en dejar claro que lo primero era liberar a aquellas dos embarcaciones en apuros aunque ello les supusiera perder el vuelo.
La verdad es que teníamos una buena tripulación y no perdimos más tiempo que el imprescindible en liberar a aquellos dos barcos. Terminada la operación, el pesquero que iba abarrotado de melvas, nos ofreció pescado en agradecimiento a lo cual nos negamos porque estos servicios no se cobran, aunque a pesar de ello los pescadores comenzaron a arrojarnos melvas a la cubierta del patrullero.
Dimos las gracias y sin más arrumbamos a Málaga a buena máquina. Era ya hora de almorzar y los estómagos españoles por lo visto sienten lo mismo a esas alturas que los extranjeros. Al poco cuando quise darme cuenta ya olía a pescado asado. Allí no había tripulantes, ni autoridades, ni nacionales, ni forasteros, solo un ambiente inmejorable, buen humor y ganas de comer. Todos a una colaborando en preparar el pescado, cortar el pan, poner la mesa, servir las bebidas. Por cierto el "red wine" esta vez no era de "tetrabrik", porque estábamos de comisión de servicio y había algo más de dinerillo, pero poco más. De todas formas he de dejar claro para la historia que a estas gentes el "red wine" barato les supo a gloria, no querían saber nada de la cerveza. Del mismo modo les gustó mucho la melva a la plancha, con sus rodajas de tomate, y aceite de oliva. El pescado más fresco imposible.
No hay que mencionar que con el estómago lleno, y el puntito (algunos llevaban punto y medio) que te da el vino tinto, la vida se ve de otro color. Vivimos creo que todos un día maravilloso en verdad, llegamos a entendernos de persona a persona, con el mayor respeto pero con la máxima cordialidad. Una gente extraordinaria estos nórdicos.
Estoy seguro de que al final estas personas retornaron a sus países con un mejor conocimiento de esta zona y de nuestro trabajo, que de eso se trataba la visita.
Por cierto que esa comisión fue doblemente agradable para mi, porque cuando llegamos a Algeciras, entre tanto rubio larguirucho que embarcó en el "Alcaraván-III" reconocí a mi viejo amigo Nikolai Eicif Vikre (que según me contaría después era el cónsul de Noruega), toda una sorpresa para mi coincidir con él después de tantos años. Y decía viejo porque cuando "Niki" vino a España con tan solo diez añitos, rubio como el solo y blanco como la leche, lo colocaron junto a mi en el colegio de los salesianos, él no hablaba ni papa de español, pero nos entendíamos igualmente.
2 comentarios:
Una agradable y simpática historia, que como tantas otras a los nuevos nos gusta oír, y es que en este SVA hay muchas anécdotas buenas y malas, pero muchas, que pasan de generación en generación, como de padres a hijos. Un abrazo
Una de tantas batallas que los carrozas tenemos para contar. Tropecé con la foto y recordé aquel día. Gracias por el comentario.
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