En los últimos años asistimos a un distanciamiento entre el personal de la Marina Mercante y el de la Armada. Ya no existe la Reserva Naval, ni tan siquiera el servicio militar obligatorio. A las nuevas generaciones les será más difícil comprender por lo tanto que en un tiempo las naves que surcaban los océanos eran a la vez mercantes y guerreras, que más tarde se construyeron buques destinados solo al arte de la guerra, pero que a su vez los buques mercantes solían ser artillados para combatir con más frecuencia de la deseada. El corso empleó también a un buen número de naves mercantes españolas durante muchos años, mandadas por audaces pilotos (será el tema de otro artículo).
Los pilotos podían servir en la Marina Mercante, la Armada o el Resguardo de Rentas. A mediados del siglo XIX cuando se crearon las Divisiones de Guardacostas en el seno de la Armada, los pilotos embarcaban en los buques mayores ocupando diversos puestos, y ejercían normalmente el mando de los faluchos de segunda y de tercera, con el tratamiento de capitán.
Para ilustrar mi torpe literatura, expongo a continuación dos textos, que no tienen desperdicio. El primero “El Cuerpo de Pilotos de la Armada”, todo un detallado análisis histórico, se debe a Don José María Blanca Carlier, el segundo está sacado de la muy interesante página www.todoababor.es, “Oficiales y dotación de los navíos de la Real Armada española a finales del siglo XVIII”.
El Cuerpo de Pilotos de la Armada.
En la antigüedad, el naoeher o nauclero era el que mandaba la maniobra en los barcos de vela de poco porte. A finales del siglo XV va desapareciendo la figura del naoeher, dejando paso a la del piloto. Otro técnico de la navegación de aquellos tiempos era el cómitre, que aparece en los primeros siglos de la Edad Media como capitán de mar, a cuyo cargo estaba el mando marinero del buque y su rumbo. En las galeras era el cómitre el oficial de mar encargado de mantener el orden e imponer castigo a los forzados. El gobierno de las naves militares lo ejercía el capitán de guerra como mando supremo, coexistiendo con él el capitán de mar, perito en navegación que no siempre era piloto. Posteriormente los cargos se unieron y el mando lo desempeñaba el capitán de mar y guerra, en virtud de las Ordenanzas de 24 de enero de 1633.
En 1508 se crea el cargo de piloto mayor. El primero parece que fue Américo Vespucio (de 1508 a 1512). A su muerte le sustituyó Díaz de Solís (1512-1516), y a la muerte de éste en el Río de la Plata asumió el cargo Sebastían Caboto. Inferiores en categoría eran los pilotos reales que suplían al mayor durante su ausencia y formaban el consejo marítimo para examinar a los pilotos de Indias. En 1527 se ordenó «no se expidiese carta de pilotaje ni de marear a ningún extranjero, ni escritura para las Indias, ni que por otro alguno le fuese dada ni vendida sin expresa licencia del rey». El que desease ser piloto tenía que acreditar haber navegado seis años a las Indias, haber estado en Tierra Firme, Nueva España, las islas españolas y Cuba. Se disponía en las Ordenanzas aprobadas por Real Cédula de 17 de enero de 1591 que el gobierno de las naos almirante lo desempeñara un piloto mayor. El mismo título se daba en la Casa de Contratación al examinador de pilotos. Asimismo era piloto mayor el responsable de la derrota en una división o escuadra, en los galeones de la carrera de Indias y en las flotas de Nueva España. La Casa de Contratación de Sevilla -que expidió nombramientos hasta 1607- daba enseñanza a los alumnos de pilotaje. A partir de dicho año se abrió en la citada capital un colegio para huérfanos de marinos, donde se impartían las disciplinas de náutica. En 1629 ya hay una universidad autorizada para estas materias. En la primera mitad del siglo XVII se padeció gran escasez de capitanes de mar y pilotos. Las Ordenanzas de 24 de enero de 1633 detallaban las obligaciones de los capitanes, pilotos, maestres, contramaestres y guardianes de los galeones de la Armada. Debido a la falta mencionada de oficiales de mar, las citadas Ordenanzas decían: «que no se les despidiera en ningún tiempo si no fuera por causas justas». La escasez se agudizó en el desastre de Guetaria, de 1638, contratándose a pilotos extranjeros para traer unos galeones de Flandes.
En 1569 se constituye en Sevilla la Universidad de Mareantes. A propuesta de ésta y de la Casa de Contratación, Carlos II autoriza por Real Cédula de 17 de junio de 1681 la apertura de un colegio llamado de San Telmo, que sería administrado por la citada universidad. Se construyó al efecto un edificio en la calle Betis, del barrio de Triana, con capacidad para doscientos colegiales, llegándose en 1699 a doscientos setenta. Tenían un promedio de doce a quince años de edad y cursaban cuatro de estudios. De este Centro salían pilotos para dotar las naves de las carreras de Indias. Contiguo al colegio se hallaba el hospital o iglesia de Nuestra Señora del Buen Aire, a cuya advocación se acogió. No obstante, como el colegio resultó insuficiente, se adquirió el llamado Palacio de San Telmo, situado en la hoy avenida de Roma y cercano a la Puerta de Jerez. Las obras de construcción duraron casi medio siglo -finales del siglo XVII y principios del XVIII-, y en 1754 se adscribió para colegio de náutica. En 6 de noviembre de 1786 se le dio nueva ordenanza separándose de la Universidad de Mareantes y pasando a depender de Marina. Por ley de 16 de junio de 1849 se autorizó su enajenación a los duques de Montpensier (En 1879 el Palacio de San Telmo seria dedicado a Seminario metropolitano y Universidad Pontificia). Las clases pasaron al colegio de San Diego, sito en el antiguo convento de este nombre en la calle de las Armas, hoy Alfonso XII. Este centro fue fundado en 1853 para estudios de segunda enseñanza. Por ser insuficiente para el elevado número de alumnos. se amplió adquiriéndose para ello casas inmediatas. Entre su profesorado contaba con el sacerdote y eminente matemático don Alberto Lista, que había sido profesor del Colegio Real de San Telmo en 1796, y que después de su exilio en París y Londres había vuelto a España y fijado nuevamente su residencia en Sevilla en 1840. Algunos de sus directores fueron marinos, como el capitán de fragata don Adrián García de Castro. La mayor parte de los alumnos del Real Colegio de San Telmo eran huérfanos de marinos indigentes. Cursaban matemáticas, navegación, maniobra, artillería, cosmografía, economía política, comercio, geografía comercial, francés, inglés y dibujo. Los exámenes eran públicos y los asistentes podían preguntar a los examinandos. La creación de este Colegio fue muy conveniente, pues por la escasez de pilotos se contrataba a extranjeros, a los que se les pagaban sueldos muy elevados que solían exceder del que se satisfacía a los españoles. Podían pasar a servir tanto en la Marina de Guerra como en la Mercante. Una Real Orden de 20 de febrero de 1791 estableció bases para la admisión de pensionistas nobles. En tiempos de Carlos III resurge la Marina Mercante, cuyo personal escaseaba. En los últimos tiempos del reinado de los Austria, en la costa de Levante, no se impartían enseñanzas náuticas, y por falta de barcos nacionales efectuaban el comercio de cabotaje buques holandeses. El gobierno marinero de los buques y el diario de navegación estaba a cargo de los pilotos formados en los colegios de San Telmo de Sevilla y Málaga -éste último tenía capacidad para 150 alumnos y también, al igual que el de Sevilla, tuvo algunos directores marinos de guerra, como capitán de navío graduado don José de Montemayor-. Ambos centros los costeaba Marina y tenían como jueces conservadores a los respectivos comandantes de Marina de la Provincia. Existía además el Real Instituto Asturiano de Gijón y las Escuelas Náuticas, que bajo la inspección de la Armada, sostenían los Consulados -hoy Cámaras de Comercio, Industria y Navegación- y los Ayuntamientos en diferentes puntos del Reino. La primera escuela de náutica creada fue la de Bilbao. En 1717 pasaron a Cádiz los tribunales de la Casa de Contratación y el Consulado de Sevilla. Con esta medida Cádiz fue el único puerto para el comercio con las Indias. En 16 de junio de 1717 se dictan las ordenanzas e instrucciones para la Armada. Compuesta de veinticinco capítulos, el número doce trataba de los pilotos. Estas ordenanzas variaron totalmente la organización marítima, comprendiendo a la vez todos los progresos que exigían los adelantos de la náutica y de la milicia. Eran fruto de la fecunda labor de Patiño en pro de nuestra Armada. Así, pues, los pilotos que salían de los centros mencionados -pilotos particulares- para embarcar en los buques de la Marina comercial nutrieron también hasta 1748 las unidades de la Armada. Sin embargo, con posterioridad a esta fecha, como veremos después, estos profesionales podían, previo ciertos requisitos y condiciones, pasar a la Marina de Guerra, coexistiendo en el servicio con los formados en las academias de pilotos de los departamentos. En este año se proyectó la apertura de un Colegio de San Telmo en Puerto de Santa María.
Creación y academias:
A mediados del siglo XVIII, al incrementarse las fuerzas navales y el comercio marítimo, Fernando VI, para mayor seguridad, prosperidad y mutua unión de las posesiones ultramarinas, crea el Cuerpo de Pilotos de la Armada, bajo el gobierno, régimen y estatutos prescritos en la Ordenanza Naval de 1748. El Cuerpo tenía consideración y derechos militares. Ejercían sus funciones en los bajeles de guerra, bajo las órdenes de los comandantes y oficiales respectivos. En tierra ocupaban sus componentes destinos de vigía y otros propios de la profesión, destacándose muchos en trabajos hidrográficos y de cartografía. Decían las citadas ordenanzas: «El gobierno y dirección del Cuerpo de Pilotos de la Armada estará a cargo del oficial que yo nombrase por piloto mayor, el que a las órdenes del capitán general y de los comandantes generales de los departamentos, ejercerá sus funciones en observancia de lo que previenen estas Ordenanzas». En cada departamento había un jefe de la Armada como comandante de pilotos. El de Cádiz era piloto mayor, y desde el 15 de julio de 1755 era comandante en jefe del Cuerpo -categoría de brigadier o capitán de navío-, con mando de jefe de escuadra. Dependía del director general de la Armada. En Cádiz se enseñaba la navegación desde tiempos muy antiguos. (No olvidemos el Colegio de Pilotos Vizcaínos cuyas ordenanzas confirmaron los Reyes Católicos por Real Cédula de 18 de marzo de 1500.) El Cuerpo de Pilotos adquirió gran importancia en el siglo XVIII con ocasión de los descubrimientos científicos. Muchos de sus componentes colaboraron con competencia en los trabajos hidrográficos de América. En los tres departamentos marítimos fueron creadas academias del Cuerpo, con tres maestros en cada una de ellas. Sufrieron vicisitudes análogas a las compañías de guardias marinas y en ocasiones los alumnos de pilotos se alojaron en los mismos edificios que aquellos. El ingreso lo efectuaban como meritorios. Los exámenes de fin de carrera se realizaban en los respectivos departamentos, con arreglo a un plan de estudios, uno de los cuales fue proyectado por don Gabriel Císcar. No he podido precisar el primitivo alojamiento de los pilotos de Cádiz. Posiblemente estuvo en el Castillo de la Villa, con la Real Compañía de Guardias Marinas que mandó Jorge Juan en 1751, y al disponerse el traslado del departamento a la Isla de León en 11 de noviembre de 1768, pasaría también la Academia de Pilotos a la «Casa del Sacramento». Al adquirirse por Marina, en 7 de abril de 1775, los terrenos de los que después se llamaría población de San Carlos, en la Isla de León, se instalaron varias dependencias en el edificio destinado a Casa de Intendencia y Contaduría Principal (hoy Escuela de Suboficiales). Uno de los laterales del inmueble se dedicó a cuartel y academia de pilotos. Posteriormente, en 1839, se traslada al nuevo convento levantado en 1801 para la Orden Franciscana y que habían dejado los religiosos al suspenderse su actividad. Había allí instaladas varias dependencias de Marina, entre ellas la Secretaría de la Capitanía General. Las clases para los pilotos se daban en lo que en otro tiempo fue refectorio. Ordinariamente esta academia solía contar con doble número de alumnos que la de Ferrol y la de Cartagena. La academia de Cartagena se alojó en una casa particular del Arco de la Caridad, y por hallarse en ruinas se trasladó, en 1827, a la compañía de guardias marinas, en el antiguo edificio de la Intendencia y hoy de servicios generales. en la Muralla del Mar. La de Ferrol se instaló en La Graña. Al cabo de varios años se pensó trasladarla a la ciudad departamental, no lográndose hasta 1765. La dificultad consistió en no hallarse local adecuado, pues parece que por el elevado coste de los alquileres, los propietarios no deseaban vender sus fincas. Se emplazó, por fin, en el edificio construido en el antiguo Cuartel de Brigadas de Artillería de Marina, en el Campo de San Roque -hoy parque municipal «Eduardo Ballester»-, donde se alojó también la compañía de guardias marinas (Ferrol viejo). (1) Uno de los maestros de esta academia, el teniente de fragata graduado don Dionisio Macarte Díaz, escribió en 1801 unas «Lecciones de Navegación. Principios necesarios a la ciencia del piloto». En 12 de julio de 1783 se había aprobado el sistema de examen de los pilotos particulares que pasaban a servir en la Armada. Por Real Orden de 26 de febrero de 1790 se dictaron normas para el régimen de estudios de las tres academias y para exámenes de los alumnos.
(1) Al construirse en el campo de Batallones el Cuartel de Dolores -hoy de Infantería de Marina del Tercio Norte- se alojaron en él junto con los Batallones de Marina, las Brigadas de Artillería.
Los exámenes para pilotos los presidía el comandante del Cuerpo con sus ayudantes. Trataban sobre los puntos fundamentales del arte de navegar, así como del manejo de instrumentos náuticos. A los aprobados se les extendía certificado con el que el capital general del departamento les expedía el correspondiente nombramiento. El Cuerpo sufrió en veintisiete años cuatro reformas. En principio existían tres clases: pilotos de altura de primera y segunda, pilotines o ayudantes y pilotos prácticos de costas y puertos. Posteriormente la denominación de pilotines -los había de doce años- sería sustituida por la de oficiales terceros. Cuando se organizó el Cuerpo su distribución por departamentos era la siguiente:
De 1ª De 2ª Pilotines Prácticos
Cádiz 20 20 30 2
Ferrol 10 10 15 -
Cartagena 10 10 15 4
Total....... 40 40 60 6
Los primeros y segundos instruían en náutica a los guardias marinas, resolviendo sus dudas y dando cuenta al comandante del aprovechamiento de cada uno. Ostentaban graduaciones militares. En un principio los primeros pilotos fueron graduados de alféreces de fragata y los segundos de oficiales mayores. Más tarde, los primeros lo fueron de tenientes de navío y de tenientes de fragata -según la antigüedad-, y los segundos, de alféreces de navío y alféreces de fragata. Los pilotines carecían de graduación. Posteriormente al suprimirse el empleo de teniente de fragata, los primeros lo serían de teniente de navío; los segundos, de alférez de navío, y los terceros, de alférez de fragata. Las graduaciones no significaban antigüedad, por lo que no se perjudicaba a otros al poseerla de mayor o menor categoría. La antigüedad se computaba desde que obtenían la clase de numerarios. A algunos pilotos se les concedían, por relevantes servicios, empleos efectivos e integración en el Cuerpo General, ocasionando vacante en el Cuerpo de Pilotos. La antigüedad con que ingresaban en el Cuerpo General era la que tenían de primeros pilotos. Sin embargo, durante algunos años estuvo suprimido este pase de un cuerpo a otro. La provisión de vacantes de los pilotos era de la competencia del director general de la Armada. Una Real Orden de 25 de enero de 1771 disponía que los pilotos graduados disfrutasen a bordo de las mismas consideraciones que los oficiales efectivos. Coexistían con los pilotos de la Armada los pilotos particulares admitidos al servicio de la misma. Así, desde 1797, los alumnos de los Colegios de San Telmo de Sevilla y Málaga y del Instituto Asturiano de Gijón podían embarcar como meritorios en los buques de guerra. Los pilotos particulares prestaban servicio en determinadas unidades, por lo general en buques transportes de vela y vapor, en guardacostas y en el mando de faluchos. Eran admitidos al servicio por los capitanes generales de los departamentos y apostaderos, los que también disponían su cese. Las Ordenanzas de 1793 decían: «Los pilotos de primera y segunda clase, aunque no lo sean de número del Cuerpo de la Armada, sino habilitados, podrán servir cualquiera de aquellas dos plazas y los pilotines y prácticos de costa propietarios serán considerados como oficiales mayores, pero tanto los pilotines que no tengan más nombramiento que el de habilitados, como los prácticos no numerarios, se reputarán sólo oficiales de mar. En los nombramientos interinos se ha de expresar la clase para que se confieren: de primera, segunda o pilotines, según resultas del examen, méritos, años de servicio y antecedentes de mar de los interesados. Habiendo marineros que sin ser meritorios de las escuelas tengan conocimiento de pilotaje, se destinarán en las guardias del alcázar en la mar, a fin de que cultiven las enseñanzas náuticas a la orden del piloto en lo que se les encomendase, sin faltar por eso a las faenas de maniobra, como igualmente deben ejecutarlo los meritorios en proporción a su edad y para su adelantamiento.» Las mismas Ordenanzas decían con respecto a los pilotos embarcados:
«Corresponderá al capitán general del departamento expedir los nombramientos de los pilotos, pilotines y prácticos interinos, precedido de informe del comandante del Cuerpo, consecuente a providencia para llamar al servicio a los capitanes, pilotos o patrones de buques particulares y examinar su idoneidad, según se prescribe en su lugar.»
En 1801 se estableció que el régimen del Cuerpo de Pilotos estaba a cargo de su comandante particular en cada departamento, quien recibía del comandante en jefe todas las órdenes relativas a su gobierno. El comandante en jefe estaba subordinado al director general de la Armada. Era prerrogativa de éste expedir nombramientos a los pilotos, bien para ingresar en la Armada en el número de esta clase o para sus ascensos. Unicamente en la clase de los primeros pilotos había de dar cuenta al rey. Sin el despacho del director general no podía formarse asiento alguno a ninguno de los pilotos de número en las Contadurías de los departamentos. El director general podía despedir a los segundos pilotos y pilotines, con motivo para ello y en virtud de su decreto causaban baja en las listas, pero para tomar decisiones con respecto a la clase de primeros tenía que dar cuenta al rey por vía reservada y recibir su real aprobación. En 1802 se confirieron a los primeros pilotos los empleos efectivos de oficiales de la Armada, mas, al ser derogada la Ordenanza Naval quedaron sólo con graduaciones como en la legislación anterior. En los estatutos para el régimen y gobierno del fondo para el Montepío de pilotos de la carrera de Indias, fechado el 28 de julio de 1804, se decía, entre otras cosas: «que teniendo los pilotos mandos de cañoneros en la defensa de la Isla de León y Cádiz, al igual que los del Cuerpo General, éstos gozaban de empleos efectivos y los pilotos sólo de graduaciones. En 1823 se suprimieron los pilotos de altura y quedaron los prácticos en los destinos que se les asignaron. De los primeros, los que poseían buenos antecedentes, hojas de servicios favorables y se hallasen en activo, eran incorporados al Cuerpo General. Una Real Orden de febrero de 1826 dispuso que las Escuelas de Náutica, que hasta entonces estaban agregadas a Marina, quedasen separadas de ella. Sin embargo, su inspección siguió dependiendo de los comandantes de los Tercios Navales y el Ministerio de Marina continuó expidiendo a los profesores sus nombramientos (Las Escuelas de Náutica particulares estaban a cargo de las entidades que las sostenían. Podían nombrar pilotos de la Armada con autorización del rey, pero para navegar habían de sufrir exámenes en los departamentos o apostaderos respectivos -Real Orden de 20 de febrero de 1826-). Otra Real Orden de 25 de abril de 1830 estableció que la Comandancia General del Cuerpo afecta al departamento de Cádiz, así como su jefe, pasasen al detall general del Cuerpo. Esta medida, aparte de ahorrar gastos, redujo el número de pilotos para las necesidades de la Marina de aquella época. Por Real Orden de 5 de abril de 1831 el Cuerpo quedaba bajo el mando directo de los comandantes generales de departamentos y apostaderos. La mayor parte del profesorado de las Escuelas Náuticas particulares pertenecía al Cuerpo de Pilotos.
Uniformes:
El uniforme de los pilotos era de color azul y consistía en divisa y chupa encarnada con ojales de oro en vueltas, solapas, carteras y faldones y variaban según su clase: los primeros pilotos, tres ojales de esterilla de oro; los segundos, dos ojales de esterilla de oro, y uno los terceros. También usaron casaca vuelta y pantalón azul, chupa vuelta con solapa encarnada, ojal de oro y botón dorado con anda. En el cuello de la casaca o levita, una estrella de cinco rayos bordada en oro. Los prácticos usaban chupa con solapa azul. En 1771 fueron autorizados a vestir el uniforme de los segundos de altura. Los pilotos particulares graduados llevaban como gala: Uniforme azul, casaca cerrada vuelta atrás con cuello alto rojo con divisas; charreteras plateadas, bicornio con escarapela y galones con la correspondiente graduación. De diario: pantalón y casaca vuelta azules y gorra con una estrella de cinco rayos bordada en oro. Por Real Orden de 19 de septiembre de 1844 se les señaló el uso de botón de ancla sin corona, con lema alrededor con las palabras «Marina mercante». Los que no tenían graduación usaban casaca vuelta y pantalón azules. El de verano era igual, pero con pantalón blanco. También vistieron levita de paño azul turquí de solapa vuelta con dos hileras de siete botones plateados sin ancla ni corona cuello vuelto, dos botones en el talle, dos en la mitad de los faldones y dos en sus extremos; chaleco de tela blanca o paño azul, según la estación; pantalón azul o blanco y gorra de paño azul con una estrella de cinco rayos bordada en plata. Aunque los uniformes de las distintas clases de pilotos pasaron por varias modificaciones, las normas generales de los mismos fueron establecidas en 30 de noviembre de 1792.
Extinción:
La entrada en el Cuerpo de Pilotos, nutrido durante muchos años, fue decreciendo en su última época hasta casi desaparecer por consunción, cuando se inauguró en 1 de enero de 1845 el Colegio Naval de San Carlos para Aspirantes de Marina. Por Real Orden de 23 de octubre de 1846 se declara a extinguir el Cuerpo. Los primeros pilotos que poseían informes favorables ingresaron en el Cuerpo General como alféreces de navío con la antigüedad de sus nombramientos. Los segundos ingresaron igualmente con la misma categoría, detrás de los anteriores en la escala y según su antigüedad. Los terceros siguieron embarcados como meritorios hasta cumplir ocho años de servicio en buques de guerra. Una vez cumplidos éstos, sufrieron examen en el Colegio Militar de Aspirantes de las materias exigidas a los guardias marinas de primera clase, aprobado el cual ingresaron como alféreces de navío con la antigüedad de la fecha de examen en el Cuerpo General. A los terceros y meritorios que fueron desaprobados se les concedió un plazo de seis meses para, sin desembarcar, sufrir nuevo examen. Los suspendidos nuevamente cesaron en el servicio, con opción a recibir el nombramiento de pilotos particulares que les correspondía. Los meritorios examinados para terceros pilotos también cesaron en el servicio, y se les expidió credencial de terceros pilotos particulares. En cuanto a los terceros que continuaron embarcados como meritorios, pasaron a depender de los mayores generales de los departamentos y apostaderos. Quedaron a bordo a las órdenes de los ayudantes de derrota, verificando cuantas prácticas se les encomendaron, asistiendo a las escuelas de guardias marinas en los buques. A los alumnos de los Colegios de San Telmo de Sevilla y Málaga se les prohibió el ingreso en la Armada. Las academias de los tres departamentos fueron clausuradas. Los efectos y enseres de la de Cádiz se entregaron en el Colegio Militar de Aspirantes, y los de las de Ferrol y Cartagena a los respectivos mayores generales, para que «a cargo de algún sargento inválido quedasen para los usos a que se destinasen en lo sucesivo». Se hizo una clasificación de los componentes del Cuerpo de Pilotos, según sus condiciones y mérito, para incorporarlos bien al servicio activo, al servicio de Tercios Navales, para vigías, para pasarlos a retirados o para separarlos del servicio. En enero de 1847 los libros, cartas y planos de las academias de pilotos pasaron a la Biblioteca del Colegio Naval. Por Real Orden de 13 de mayo de 1854 fue suprimida la clase de meritorios, de los que sólo existían dos. Uno que se hallaba enfermo fue graduado de alférez de fragata; el otro fue incorporado con los guardias marinas en el navío «Soberano», escuela de prácticas de Cádiz y promovido a alférez de navío cuando terminó los estudios.
En 1858 escasearon los oficiales de Marina. Al estallar la guerra de Africa en 1859, los buques mercantes adquiridos en el extranjero para transportes, de mando de teniente de navío, llevaron como oficiales primeros y segundos pilotos. En 1901 aún había en la escala de reserva del Cuerpo General un teniente de navío graduado procedente del Cuerpo de Pilotos: don Vicente Roig Llorca, Ayudante de Marina de Benidorm. Aun estando declarado a extinguir el Cuerpo de Pilotos, se produjo el ingreso de pilotos particulares. En 20 de mayo de 1873 se dispuso que podían ocupar destinos en Comandancias y Ayudantías de Marina. En 1900 había veinticinco pilotos graduados, en calidad de eventuales, agregados a la escala de reserva del Cuerpo General. Los más antiguos contaban con veintitrés años de servicios y los más modernos con nueve. En 1911 quedaban en servicio en dicha escala trece pilotos particulares de los veinticinco que existían en 1900, con graduaciones de teniente de navío y alférez de navío. En 1925 sólo quedaba uno de estos últimos, don Antonio Porrúa Andrade, graduado de capitán de corbeta, que cesó en el servicio el 28 de enero de 1925, al cumplir sesenta años de edad. El posterior ingreso en la Armada de personal procedente de la Marina mercante sería el 19 de noviembre de 1915, al crear la Reserva Naval. El más antiguo entró al servicio el 21 de mayo de 1918. Por su vinculación con la Armada, aunque no propiamente por su función ni formación -que efectuaba en centros propios-, el Cuerpo de Pilotos puede considerarse como un antecedente de la Reserva Naval Activa y los pilotos particulares, por su procedencia, como antecedente de la Reserva Naval.
Oficiales y dotación de los navíos de la Real Armada española a finales del siglo XVIII.
El caso de los pilotos era curioso. Estos eran oficiales mayores formados en escuelas de náutica con gran preparación y que eran los encargados de dirigir la derrota del barco y la navegación del mismo. Una vez superados los estudios pertinentes en las Escuelas de Náutica de la Armada o de los Consulados del Mar, podían prestar servicio en la Armada, en la Carrera Mercante, en el Correo Marítimo, en el Resguardo Real, en la pesca de altura y de bajura e incluso correr el corso con la oportuna patente del Rey. Además, en tierra los Pilotos eran los encargados del practicaje de puertos, funcionamiento de los faros, vigías y mando de las milicias locales formadas por los miembros de los Tercios de la Matrícula Naval en las localidades costeras. Pero debido a la creación de las escuelas de guardiamarinas y la enseñanza a estos de navegación haciendo posteriormente oficiales de guerra expertos en el tema, infravaloró a los pilotos, siendo incluso tratados como simples oficiales de mar durante muchos años.
Los pilotos siempre habían aspirado a que les dieran la condición de oficiales de guerra, pero siempre les fue negada tal petición, y sólo hasta 1770 se les concedió una uniformidad distinta a la de la marinería. Aunque por disposición real podían ser habilitados para ejercer las funciones propias de los tenientes y Alféreces de Navío del Cuerpo General. Por Real Orden el 2 de mayo de 1781 se les otorgó el tratamiento de Don, propio de caballeros, con lo cual, a partir de este momento, pudieron usar espada y jurar en su cruz, como prescribían las Ordenanzas de la época en caso de tener que testificar ante cualquier autoridad judicial o Auditor de la Armada.Aun así los Pilotos fueron siempre menospreciados por los Oficiales de Guerra. Fernández Duro comentaba:
· ... por entonces prevalecían en la Marina militar ideas fatalmente importadas del extranjero, y en las que no dejó de influir la opinión de una personalidad tan ilustre como era la del Almirante Nelson. El tipo ideal de un buen oficial de Marina era por entonces el de un hombre galante en sociedad, brusco y severo á bordo; conocedor de las reglas y exigencias llamadas del honor, ó sea de la manera de ventilar con la espada en la mano las ocurrencias más triviales de la vida; aplicando á la maniobra de las velas y á la adquisición del golpe de vista necesario para apreciar de momento el espacio indispensable para la virada de un navío y la velocidad que con arreglo al aparejo había menester para ocupar su puesto en la línea, para abordar á otro ó para dejar caer el ancla en sitio señalado de antemano; haciendo gala de escribir con mala ortografía; motejando de sabios á los que, no siguiendo la corriente general, sabían coger un octante y situarse en la carta, y repitiendo á todas horas que más propio es del marino ser aficionado al ron que á las ecuaciones.Con semejante sistema era el piloto tan indispensable como el timo á bordo, y aunque tenido en poco, relegado al último lugar en consideraciones y alojamiento, menospreciado y vejado en el contacto con los oficiales...
Por tanto los Pilotos eran vistos como los hombres que andaban siempre con los instrumentos de navegación y el compás, unos científicos más que militares. Muchos Pilotos ilustres fueron catedráticos, maestros ó profesores en las Compañías de Guardias marinas que formaban a los futuros Oficiales de Guerra que luego los menospreciaban tanto.
Los Pilotos eran formados, en su gran mayoría, en la Universidad de Mareantes de Sevilla, el Real Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla y su gemelo de Málaga. Para ingresar en dichos Seminarios era preciso ser español, y tener entre ocho y catorce años. Los aspirantes debían ser blancos. Los mulatos, negros, gitanos, herejes, judíos o penados del Santo Oficio no podían ingresar. Los padres no debían ejercer oficios viles. Como profesiones viles se entendían las siguientes: verdugo, danzante, corchete, buñolero, lacayo, pastelero, mozo de mulas, bodegonero, pregonero, dueño de tienda frutas, comediante, alquilador de coches, caballos y mulas, pescadero, zapatero, talabartero, tabernero, ropavejero, carnicero, vendedor de mondongo, matarife o gifero... Los aspirantes a Piloto embarcaban para sus prácticas y eran llamados meritorios de pilotage, considerados como marinería común. Para ser Pilotín debían superar una serie de pruebas, tales eran el haber hecho tres campañas de navegación en Europa, un viaje redondo (ida y vuelta) a América y la realización de un examen. Para ascender a Segundo Piloto se volvía a exigir el examen.
Los aspirantes a Oficiales que no tenían las anteriores condiciones de prueba de hidalguía no podían ascender a más de Alférez de Fragata (el empleo de oficial de guerra más básico). Aunque por expreso nombramiento del Rey se podía honrar a militares sin condición de nobles el ascenso por méritos de campaña. Uno de los ejemplos de esto fue el nombramiento de Alférez de fragata a Antonio Barceló, famoso corsario balear de familia humilde que gracias a sus éxitos contra los piratas berberiscos entró en el Cuerpo General de la Armada en 1783 y que alcanzaría el grado de Teniente General. Este era un buen método para labrarse una carrera en la Armada, el corso. En 1805 se concede el grado de Alférez de Fragata sobre el uniforme de Piloto al Capitán corsario D. Plácido Gómez, segundo de la balandra corsaria San José y las Animas, por su arrojo en la captura de la balandra inglesa "George". En 1800 a Don Florencio Vidal, Capitán de la lancha corsaria la Liebre, alias Nuestra Señora de Pastoriza, pide el grado de Primer Piloto de la Armada por un combate que sostuvo contra una fragata mercante inglesa de 10 cañones, apresándola al abordaje.
2 comentarios:
Estupendo articulo Jesus.
Interesante es la historia de los Pilotos asi como de interesante es la historia de los primeros Maquinistas cuando aparecieron tanto en la Marina Civil como en la Marina de Guerra y los hechos y situaciones que se generaron a raiz de su presencia......es el progreso que todo lo avasalla .
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