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miércoles, 14 de octubre de 2009

La aprehensión del "San Manuel", 1935.

De la revista Mundo Gráfico del miércoles 23 de Enero de 1935, he seleccionado parte de este interesante artículo debido a la pluma de J. Sanchís Nadal. He decidido no publicar el preámbulo del mismo por considerarlo demasiado novelesco, ya se lo imaginarán ustedes cuando lean la parte que publico en el blog dando cuenta de la aprehensión del falucho “San Manuel” por el buque de la clase Inspector de la C.A.T. “I-2”.

Por otro lado este artículo es un verdadero tesoro, ya que aporta unos documentos gráficos muy valiosos, a través de los cuales no solo podremos apreciar los buques de la época, sino además detenernos sobre el aspecto de sus tripulaciones. Es la primera foto en la que veo una tripulación de la Compañía Arrendataria de Tabacos. Seguro que no será la última.

La tripulación del inspector "I-2" posa para la cámara del fotógrafo delante del puente del patrullero.

LOS CONTRABANDISTAS DEL SIGLO XX

Sobre un falucho abandonado en alta mar es apresado un alijo de tabaco valuado en 300.000 pesetas.

El “I-2” es un rápido buque de tipo crucero, destinado a la represión del contrabando en las costas levantinas. Y el “I-2” había salido aquella noche en busca de una presa que se venteaba - el aroma del tabaco inglés es olido por las Tabacaleras a gran distancia – a unas tres millas de costa.

Sobre el puente del veloz motobuque, el capitán y el segundo desgarraban las sombras de la noche con el cuchillo de luz que proyectaba la pupila eléctrica del reflector.

Nada. Sólo agua y oscuridad. Silencio en el ambiente frío y quieto de la noche.



El "I-2" atracado en el puerto de Valencia, con el falucho apresado a su costado.
De pronto, el ojo de vidrio descubre algo que rompe la monotonía de la alfombra líquida, y el galgo salta avante con toda la fuerza que le permiten sus rápidos motores.

Es un punto movible que se balancea al compás de la danza que baila el oleaje, y que poco a poco va acusando sus formas, hasta descubrir la silueta de un falucho, sujeto por el doble grillete del ancla.

Nadie se ve a bordo. La nave, solitaria y silenciosa, semeja uno de esos veleros misteriosos sobre cuya tablazón sólo impera la muerte.

Con las precauciones del caso, el “I-2” aborda al falucho y desde el puente el capitán grita:
- ¡ Ah, los del barco ¡.
Pero el más absoluto silencio responde a la llamada, y en el agua el genio del mar parece que goza con la quietud y el dramatismo del momento.

La tripulación del “I-2” salta sobre el falucho. Nadie a bordo. Pero, en cambio, sobre cubierta, en la bodega, en el rancho, en la cala, en todas partes, bultos de tabaco, cajones de puros, ruedas y cartones de cigarrillos ingleses y americanos. Un formidable alijo, una gran redada, un golpe de los que valen un ascenso.

Pero, ¿y la tripulación?. Aquella barca, con sus hierros en el fondo, sus luces extinguidas, y su matrícula borrada hábilmente y sus entrañas repletas de contrabando, no ha llegado allí por arte de encantamiento. Y otra vez el “I-2” hace brillar su ojo de luz para escrutar en la noche.

Sí; allá, a lo lejos parécese oír el monótono “tap,tap” del motor de una canoa. Pero es difícil de localizar el punto de donde viene el ruido y más difícil aún descubrir la embarcación que se desliza casi a ras del agua.

Se hace una requisa en varias millas a la redonda; pero todo inútil. La canoa ha desaparecido y, con ella, los audaces contrabandistas.

Vuelve el tabacalero hasta el “San Manuel”, que así se llama el falucho aprehendido, y ante el capitán es presentado por los que se quedaron a bordo de la nave filibustero un hombre que en el segundo registro había sido hallado oculto entre unos fardos de tabaco. Se le interroga. Pero el detenido no parece estar dotado del don de la palabra. Su reserva es impenetrable; su mutismo, absoluto. No sabe nada, no quiere decir nada.

Y ante su obstinación en callar, es puesto a buen recaudo, mientras el “I-2”, llevando a remolque al “San Manuel” regresa al puerto valenciano, cuyas luces se ve a lo lejos como un rosario de cuentas luminosas.
La dotación del "I-2" se fotografía con parte de la carga intervenida, detrás el patrullero de la clase "Inspector".
Sobre el falucho van 300.000 pesetas de tabaco extranjero, vendido en España habría valido a sus importadores algo más de medio millón de pesetas.

Por deducciones, ya que el detenido no ha hablado todavía, podemos decir que el falucho recogió su preciosa carga aquella misma noche en alta mar, de bordo de un buque de los que hacen la navegación de altura, y que vendría de alguno de los puertos norteamericanos pues los bultos, admirablemente embalados llevan precintos de Nueva York. Haría pocas horas que se realizó el trasbordo, y quizás en aquellos instantes los contrabandistas estarían buscando un lugar vulnerable para entrar el alijo.

A su regreso diéronse cuenta de que habían sido descubiertos, y virando en redondo fueron a perderse entre las sombras, dejando tras de si como impalpable prueba de su existencia aquel ruido del motor que creyeron oír, desde cubierta, los oficiales del “I-2”.

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